domingo, 13 de marzo de 2016

Despertador

"¡Que fastidio! Otra vez ese maldito sonido...", piensas. Suena el despertador, como todas las mañanas a las 5:30 a. m., es en ese instante cuando empiezas a tomar decisiones. Como siempre, lo activaste para que sonara diez minutos antes de lo previsto, no hay problema, puedes volver a cerrar los ojos, o salir de inmediato de la cama para no llegar tarde al trabajo, recuerdas que has estado trabajando hasta tarde los últimos días, por lo que esos diez minutos te sentarían bien. Revisas rápidamente los mensajes y correos que llegaron mientras dormías, casi nunca son importantes; vuelves a cerrar los ojos y tu cerebro no descansa contigo, sino que te proyecta una situación ridícula donde llegas tarde al trabajo y tu jefe te despide; te preocupas y te crees el cuento.. no llevas ni cinco minutos despierto y ya te embargó el pesimismo que arrastras desde hace tiempo. Para tu dicha el despertador llega al rescate y despiertas otra vez, pero ya sin tiempo de perecear más. Te levantas, tiendes la cama, buscas en tu armario la ropa que usarás durante el día. "Necesito más camisas", piensas, y te cuestionas seriamente la importancia que le estás dando a este tema desde hace un tiempo para acá; que no se pueden usar medias blancas con pantalones oscuros (o nunca usarlas), que no se puede ir vestido de negro toda la semana, que los zapatos que combinan con la ropa que escogiste no están limpios... echas de menos esos tiempos en que esto no te importaba, en que no tenías que demostrarle a un grupo de extraños tu solvencia económica por la forma de como vistes. Si tuvieras más tiempo, probablemente te cuestionarías lo superficial que te has vuelto, pero no hoy, ya no hay tiempo, ahí van otros cinco minutos y ya en serio vas tarde, tomas la decisión de reducir el baño a la mitad del tiempo, no hay de otra.

Sabes que el tiempo que duras en el baño tiene que ser igual al que tarda en estar listo el café con el par de tostadas de todas las mañanas. Es probable que si no estuvieras apurado, en lugar de comer sólo un par de tostadas comerías algo más nutritivo, como te lo recomendó la nutricionista, sacarías el tiempo para alistar, por ejemplo, un tazón de frutas, con granola y yogurt, algo que no sean harinas, porque las harinas no te ayudan con la dieta, que a tu edad ya no se pueden comer ciertas cosas, bla, bla, bla; la podrías recitar de memoria, con ademanes y todo, y eso es bueno, al parecer ese día sí le prestaste atención y no como las otras veces en que estabas más interesado en lo bien que se veía que en la tonta nutrición; en fin, esta deliberación ya te consumió otros 3 minutos que no estaban dentro de lo presupuestado, y rápidamente ingresas al baño.

Abres la ducha, y se te olvidó que ayer se gastó todo el jabón y que no fuiste a comprar más. Improvisas, no queda de otra, ya no hay tiempo, tal vez lo puedas sustituir con champú, o lo que sea, "el asunto es parecer bañado", piensas en voz alta, de todos modos, "¿quién se va a dar cuenta?". Abres la llave y sale agua caliente, en lugar de pensar en cualquier otra cosa, piensas en los procesos que hacen que llegue el agua hasta ahí, por ejemplo, en la cantidad de bombas de agua que deben de haber desde la naciente hasta tu casa o las presiones a las que se ven sometidas, todos los días, las tuberías y los empaques; hablando de eso, cierras la llave y te das cuenta que la llave no cierra del todo bien y tiene una fuga pequeña; otra tarea que se sumará a la interminable lista de cosas que tienes que arreglar para cuando tengas tiempo... pero nunca lo tienes, y no lo tienes tampoco ahora, debes mudarte y peinarte, sin olvidar el desodorante y el perfume; la bonita plática contigo mismo sobre las bombas de agua y las tuberías te costaron nueve minutos más de lo que tenías pensado, y todavía tienes que comer...

Se acabó jalea, pero hay natilla... "Ni modo, es lo que hay...", piensas que de hoy no puede pasar y que tienes que sacar el tiempo para ir con S. de compras. Se lo dirías ya, pero ella sigue durmiendo, sabes lo mucho que odia que la despierten, de hecho, el tema de que ya no puedan viajar juntos al trabajo porque ahora te toca viajar más largo es algo que sabes que le molesta, pero otra vez, aquí se aplica el "ni modo, es lo que hay", trabajo es trabajo y te costó mucho conseguirlo como para que eso sea un obstáculo ahora. Probablemente no se lo digas porque piensas que lo sabe, pero extrañas mucho desayunar con ella todos los días, y verla más seguido. Antes, por ejemplo, cuando trabajaban en edificios contiguos, sólo no se veían mientras estaban en el trabajo, ahora es diferente, y las dos horas y media que gastas viajando al día cambiaron esa rutina por otra que ya no te gusta tanto. Pero, "es temporal" piensas, "pronto podremos pagar por un apartamento que nos quede más cerca a ambos o un auto, lo que pase primero"... revuelves el café negro, como su pelo, y aunque estás a quince minutos de perder el bus, y duras ocho caminando hasta la parada, te das este gusto, necesitas estos dos minutos para sentarte, tomarte el café y pensar en ella... pero no más, te levantas, lavas rápidamente el plato y la taza, corres directamente a lavarte los dientes y por tu rápido beso de despedida, que para tu suerte casi coincides con el despertador de ella... le dices que lo sientes, por despertarla y por el jabón que no compraste, como es natural se enoja, y con razón, es una pena que no lleve ni un minuto despierta y ya la hayas hecho enojar, "¡Prometo compensarte!" le dices, mientras te despides y te vas pensando en cómo lo harás...

Llegas corriendo a la parada y tomas el bus, por suerte hoy llegarás a tiempo, hoy no se cumplirá la "visión" que tuviste hace un rato, le mandas el típico mensaje de "Buenos días" esperando que esto la calme un poco, "ya se le pasará", piensas, e intentas dormirte mientras llegas al trabajo y lo logras con éxito, y esta vez no recuerdas nada de lo soñado, y eso es bueno...

En el trabajo la misma gente aburrida de siempre, el jefe que no deja de presionar, la aburrida rutina de su rutina diaria, por dicha se acerca el fin de semana y te olvidarás de ellos por casi sesenta horas, esperando que salgas el viernes temprano. Pones todo en orden para poder ir por el café, lo necesitas otra vez, además, hoy la esposa de Alejandro mandó pastel para todos y por nada del mundo te lo perderías. Revisas el celular y S. no ha respondido aún, pensarías que un jabón olvidado no puede ser  un error lo suficientemente grande como para que no te responda ni uno solo de los mensajes que le mandaste, piensas que debes esforzarte un poco más pero lo harás después del café, tal vez llamarla ayude, habría que probar.

En la cafetería tienen puestas las noticias, y reportan de última hora un grave accidente, dónde hacía una hora, un camión que transportaba frutas se quedó sin frenos y chocó contra una parada de autobús, matando inmediatamente a todas las personas que estaban esperando. Al principio no prestas atención pero la noticia no te da muy buena espina, y se confirma una vez que abren la toma y descubres que es la parada que queda por tu casa. Intentas llamar a S., quieres contarle lo sucedido para que evite las presas, aún sabiendo que ella tuvo que haber salido de casa hace una hora. No contesta. Llamas a casa, no contesta, en su trabajo dicen que no ha llegado, la vuelves a llamar, sale su contestadora otra vez. Temes lo peor, piensas en todos los escenarios posibles aunque no quieras, escuchas los datos de los reporteros con atención. Los malos presagios se confirman cuando el estúpido periodista ese, lee con indiferencia y de tercero el nombre de S. en la lista de los quince fallecidos... Casi que pudiste escuchar como se te rompió el corazón en mil pedazos. Habías prometido que volverías a llorar sólo para eventos que así lo requirieran y tus lágrimas no faltaron a la cita esta vez. Te sientes mareado, te planteas la idea de vivir sin ella y ahora todo te da vueltas, repites su nombre como maniático, no te sientes bien, cierras los ojos y tus compañeros llegan a socorrerte, hasta que finalmente, te desmayas...

***

Abres los ojos porque suena una alarma, ese bendito sonido. Te incorporas, miras hacia la izquierda para ver el reloj, y para tu sorpresa son las 5:40 a. m., estás empapado en sudor, volteas a tu derecha y ahí, a tu lado, sigue S., preocupada por la forma como gritabas su nombre...