viernes, 28 de febrero de 2014

Un año más (¿o menos?)

Estimado No-lector, desde la última vez que tuve oportunidad de escribir hasta ahora, ha pasado mucho tiempo y "agua debajo del puente", sucesos importantes que deberían venir al caso, por lo que es justo y necesario hablar sobre un par de tópicos y conclusiones a las que he podido llegar en estas semana; con esto no quiero decir que dichas conclusiones sean dulces, pero, conclusiones al fin y al cabo.

Esta semana, en especial ésta, es una de las complicadas, y eso que durante lo que llevamos del año han habido semanas complicadas... Y es que al ser la semana previa a mi cumpleaños, la gente y yo nos encargamos, consiente o inconscientemente, de recordarme lo viejo que estoy. Y es que quizá es una idea mía, pero parece ayer que estaba saliendo de la escuela, parece ayer que gozoso cantaba, como lo hizo Gardel por todo lado, que veinte años no son nada; y no fue ayer. No ayuda nadie, ni incluso mi padre, cuando en sus arrebatos filosóficos dice: "¡Qué rápido va el año, igual que la vida!"... ni siquiera yo mismo me ayudo.

Y en estos días vienen los recuerdos, de épocas pasadas, de acciones tontas (dignas de todo un puberto), de gente que se fue y no ha vuelto y de los que se quedaron. Es extraño. Me encontré con amigos que tenía mucho tiempo de no ver, conté cosas que tenía mucho tiempo de no contar y visité lugares que me remontan a historias de hace cinco años o más. ¿Por qué? El universo ocioso "conspira" para recordarme, como decía Bunbury, que "de todo comienza a ser ya mucho tiempo", y yo tampoco me ayudo. Quizá sea culpa de una de esas crisis de los "veintitantos" o la cansina costumbre de compararse con el resto: "Fulanito ya está casado con hijos y un trabajo estable", "Sutanito se pasea por el mundo mientras cambia de auto cada seis meses", "A su edad ya yo tenía un título y dos años de trabajar", y yo aquí, con salud, ¡Mucho gusto y me alegra verlo!. Costumbre, cumbre, herrumbre...

Y es que hace poco más de tres años (¡TRES AÑOS!) que decidí comenzar mi preparación universitaria, uno de los grandes obstáculos con los que me tope, fue sin lugar a dudas, mi ineptitud para el estudio. El primer año fui un real y completo fracaso, apenas si pasé los cursos que tenía que pasar por obra y gracia del Espíritu Santo, literalmente... La frustración no tardó en aparecer y confieso que muchas veces me sentí la persona más idiota que jamás entró en una universidad, aunque creo que de esto ya he hablado, y si no lo he hecho lo haré en otra ocasión con más detalle. Pero se superan las cosas, el trabajo y la dedicación le quitan el peso a las frustraciones, y en un momento llega una clave, una luz, que te invita a caminar justo detrás del Creador, aunque cueste, y esto hace que los imposibles se conviertan en realizables y en proezas legendarias, algo así como las que se escribieron en el libro de Josué, o al menos, así las siento; y con el pasar del tiempo llegan nuevas presiones, y otros problemas, y vanidad de vanidades, dijo el Predicador, vanidad de vanidades todo es vanidad.

Justo entonces es cuando me quiebro otra vez y me pierdo de nuevo, y lo sigo a Él, como lo hizo Pedro antes de negarlo tres veces, de lejos, incluso perdiéndolo de vista (como el torpe ser humano que soy); y entonces, ¿Qué tipo de persona y de cristiano soy?, ¿Qué hacer?, ¿Cómo levantarse y caminar de nuevo?... y creo que de esto se trata todo. En estas crisis conviene a veces replantearse, con coraje y verse sin caretas a un espejo para descubrir realmente la persona que se es y pensar en la que se quiere llegar a ser, y en ese acto de honestidad, cuando se confiesan delante del Padre las faltas que, como un silbo apacible y delicado, recuerdas que Cristo espera con los brazos abiertos a los cansados y trabajados y que "Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas." Porque "los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán." Perdonar, levantar, caminar...

Entonces, ¿cómo no recordar todo lo que sí tengo? Creo que esta semana ha sido una táctica empeñada a que quite la atención de las cosas que de verdad valen la pena y ponerla en las que no; y que he caído en la trampa, otra vez, como muchas otras veces en el pasado, y quizás en el futuro. Pero hoy, estoy convencido de que no se puede pedir nada más de lo que tengo y Dios me ha dado desde entonces. En veces es necesario y dulce, el simple hecho de hacerlo. "Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora..."

Como lo he comentado en otras ocasiones, soy un gran fanático al fútbol y desde siempre he seguido al equipo blaugrana de Barcelona. Hace un poco más de dos año, cuando el técnico Guardiola anunció su renuncia definitiva, en una de sus tantas conferencias de despedida, dijo sobre el jugador maliense Seydou Keita: "Me he acordado mucho de Abidal; de Keita que ha sido mi termómetro vital... Me voy feliz." Pido disculpas si muchas cosas las termino relacionando con el ámbito futbolístico, pero no hubo forma que hoy no relacionara estas palabras, luego de poder recordar a unas de esas personas que son "mi termómetro vital". Definitivamente es bueno tener gente de confianza, a quién poderle contar tus problemas o inquietudes o el simple hecho de poder hablar paja un rato, para no volverse loco, esa gente que llegó un día y dichosamente no se va. ¡Qué bueno es poder agradecerle a Dios el detalle que tuvo conmigo al ponerlos en mi vida y que muchas veces no merezco! Estoy hablando de mi familia y de mis amigos. Uno nunca deja de agradecer ciertas existencias...

Quizás, una de las cosas buenas de que se acabe un año más de vida es que se tiene tiempo de meditar, echar un vistazo hacia atrás y hacer un breve recuento de todo lo ocurrido; con todo lo cliché que pueda sonar, estimado no-lector. Una de las causas por las que pienso que esto pasa es porque es una época donde se dispone de un poco más de tiempo libre, ya que no existen las preocupaciones habituales de la vida académica y  luego de un año muy extraño, puedo decir que: "¡Aquí Estoy!", viviendo, respirando, caminando, leyendo, observando, pensando, recordando, amando y escribiendo (y es probable que en ese orden); y por las razones que sólo el Creador conoce sigo aquí y agradezco por eso y por todo lo que ha pasado, y lo que falta. Dice la Biblia que Caleb era de la edad de ochenta y cinco años cuando conquistó Hebrón, por lo que es probable que para el que aquí escribe el Padre tenga aún algo planeado, teniendo éste un poco menos de un tercio de esa edad; y como dijo un escritor y mi trompetista favorito: "lo mejor está por venir". Venir, redimir, vivir, reír...