domingo, 6 de abril de 2014

E de Ella.

-“¿Y Ella?, pues, Ella es hermosa, brillante… casi como una llama de fuego…”

Decía esto como buscando una explicación a todo lo que sentía en ese instante, mientras perdía su mirada en la chimenea recién atizada. La conocía desde hacia ya mucho tiempo, y estaba seguro que no pudo haberlo explicado mejor.

-“Es como el fuego”, repitió, “camina e irradia calor, habla y emite luz. ¡Energía en una de sus formas más bellas!”.

Tomó un gran sorbo de la bebida que había estado tomando toda la noche hasta acabarla, y mientras movía los cubos de hielo del vaso, en forma circular, como jugando un poco con la fuerza centrípeta, dijo:

- “Y yo, como agua…”

Levantó la vista y como intentando entender una nueva teoría, repitió con una voz un poco más alta: “¡Yo soy agua!”

Se levantó de su cómodo sillón para llenar otra vez su vaso, y continuó hablando conmigo de manera normal, contándome un poco de lo que había ocurrido durante los meses de mi ausencia cuando, para disgusto mío, continuó con los símiles y las metáforas…

-“… y es por eso que no sé como podemos continuar juntos. Un poco de mí hacia Ella solo lograría que me evaporara lentamente; mucho… apagaría a E. hasta que solo hubiera humo. Detesto el humo.”

Era una noche de octubre y un poco fría. Me despedí del profesor para intentar dejarlo sólo con sus pensamientos, había sido un día largo y confuso para todos y cuando me dirigía hacia mi cuarto, se levantó, apagó la chimenea y con una voz apenas perceptible para mí, repitió: “¡No podemos estar juntos!”, mientras de las cenizas subían largas ondulaciones de humo negro, como el cabello de E., que se perdían en la oscuridad del enladrillado…